jueves, 18 de noviembre de 2010

OCEANÍA IV. HISTORIA.



Los lazos culturales con el Sudeste de Asia permiten pensar en el origen asiático de su población, si bien los más recientes trabajos antropológicos y arqueológicos niegan las migraciones en gran escala. Las técnicas tradicionales reflejan una extremada habilidad en la utilización de materiales como la madera, empleada tanto en la construcción de viviendas como en los cascos de las piraguas. La llegada de los europeos arruinó estas técnicas, al introducir el hierro en sociedades que utilizaban la piedra y el hueso. Así mismo la estructura social primitiva quedó destruida en la acción misional. Sin embargo, el gran drama de O. es la desaparición de su población indígena, iniciada ya antes de la llegada de los europeos, más por la esterilidad indígena que por el canibalismo y las guerras tribales, aunque lo agudizó la introducción del alcoholismo y las enfermedades infecciosas.
      Los descubridores españoles. Los viajes de los portugueses hacia las Molucas aceleró el descubrimiento de O. Sus navíos, arrojados por los monzones, tocaron en repetidas ocasiones sus costas. D. de Rocha arribó a la isla de Lamoliork o Ngoli (1525) y Jorge Meneses, entre otros, a Nueva Guinea (v.; 1527), aunque renunciaron a hacer expediciones a esta zona, pues las Molucas requerían todas sus energías.
      Fernando de Magallanes (v.) puede considerarse el primer descubridor de O. al tocar en la isla de Guam (1521; v. MICRONESIA), en su viaje inacabado alrededor del mundo. Un segundo intento de García de Loaysa (1525) resultó desastroso y, desde entonces, se consideró la ruta del SO en extremo larga y peligrosa, visitándola los galeones de Manila por azar. En efecto, Alvaro de Saavedra, arrojado por los monzones, recorrió la costa de Nueva Guinea (1528), las Carolinas orientales y las Marshall (1529); y Ruy López de Villalobos descubrió nuevas regiones inexploradas de la costa de Nueva Guinea (1544).
      Más afortunados fueron los intentos de llegar a las Carolinas por el Perú. Alvaro de Mendaña (v.) zarpó de El Callao (1567), descubrió las islas de Salomón (v. MELANESIA) y las colonizó durante cerca de 20 años. En una segunda expedición, en la que participaba el piloto Pedro Fernández de Quirós (v.; 1595), descubrió las islas Marquesas (v. POLINESIA) y las Santa Cruz, muriendo al intentar fundar en éstas. Diez años más tarde, Pedro Fernández de Quirós y el piloto Luis Váez de Torres (v.) salieron de El Callao y, después de tocar en las Santa Cruz (1660), arribaron a la mayor de las Nuevas Hébridas, que creyeron continente y llamaron Tierra Australia del Espíritu Santo. Una tempestad les separó y, mientras Fernández de Quirós regresó a México, Váez de Torres prosiguió su viaje a Filipinas, llegó a la costa sudeste de Nueva Guinea y atravesó entre ésta y Australia (v. AUSTRALIA IV) por el estrecho que lleva su nombre. El informe de este descubrimiento se mantuvo en secreto hasta la ocupación inglesa de Manila y la revisión de sus archivos (1762), no atravesándolo ningún europeo hasta Cook (v.; 1770).
      Las exploraciones holandesas. Los marinos holandeses se.lanzaron con entusiasmo a la búsqueda del continente austral, alcanzando resultados muy superiores a los de los exploradores precedentes. Uno de ellos, el comandante A. J. Tasman (v.) descubrió Australia y llegó a la entrada del estrecho de Torres, sin sospechar su existencia. Durante más de 12 años, otros navegantes exploraron esté litoral al que llamaban Nueva Holanda. Tasman, buscando una ruta más meridional, arribó a las islas Tonga y al oriente de las Fiji (1643); fondeó en Java y costeó Nueva Irlanda, Nueva Bretaña y Nueva Guinea. Con su audaz viaje demostró la insularidad de Australia. En una segunda expedición, trazó un mapa detallado del golfo de Carpentaria. Los exploradores de O. después de Tasman, por negligencia, ignoraron los nombres que habían recibido las islas y les dieron una nomenclatura nueva, con lo que la confusión aumentó. En un siglo, el conocimiento de O. se acrecienta especialmente en precisión de detalle.


      Las exploraciones científicas. A mediados del s. XVIII, surge la curiosidad por O. Los marinos ingleses y franceses, liberados de las luchas coloniales, se dedican de nuevo a las exploraciones. El comodoro Byron (1764) sólo realizó una aportación complementaria sobre las islas Tuamotú, mientras Wallis descubrió Tahití (1767), y Carteret, separado de él por una tempestad, fondeó en las Santa Cruz y las Salomón, y descubrió que Nueva Bretaña era en realidad dos islas, llamando Nueva Irlanda a la del E.
      Estos viajes, faltos de organización material y científica suficiente, contribuyeron mediocremente al conocimiento de las islas oceánicas. En los viajes posteriores se vigiló la seguridad de los navíos, la higiene de la tripulación y los instrumentos de precisión. Cuando Bougainville atravesó el Pacífico (1766) le acompañaban un naturalista y un astrónomo; una nueva era había empezado en los viajes oceánicos.
      Los viajes de Cook. Navegante incomparable, fue un precursor en los trabajos de hidrografía y astronomía náutica. En su primer viaje, llega a Tahití (1769), toca en Nueva Zelanda (v.), descubre el estrecho de Cook y atraviesa el de Torres. En su segundo viaje, determina definitivamente la existencia del continente antártico (1772), explora la Polinesia, amplía los conocimientos de las islas Marquesas, Tonga y Nuevas Hébridas, y descubre las de Nueva Caledonia, Norfolk y Pinos. En su tercer viaje, arriba a Nueva Zelanda y Tonga, y recorre el archipiélago de Cook, pero sobre todo fue el redescubridor del gran archipiélago polinesio de las Hawai, que ya habían visitado los españoles en sus viajes a Filipinas. Gracias a Cook, la geografía de O. franqueó una etapa decisiva, hasta el punto de que los mapas actuales poco difieren de los suyos. Desde entonces, la historia del Pacífico será la de cada una de sus islas, pero quizá su aportación más importante sea su periplo por la costa australiana, abriendo este continente a la colonización inglesa, que sería la base de su posterior soberanía en el Pacífico.
      La labor misional. La intervención europea en O. está más marcada por la rivalidad entre las misiones protestantes y católicas que por la de los imperialismos (v. VI). Los indígenas distinguieron mal los conceptos de cristianismo de los de dominación extranjera, y sus revueltas estuvieron acompañadas de apostasías. Las misiones inglesas surgieron al margen del control estatal. Prefirieron controlar las dinastías locales y convertirlas, con lo que podían ejercer una teocracia, que les permitía las ventajas de la ocupación sin sus responsabilidades. Australia fue la base de su actividad misional. Por el contrario, la evangelización francesa fue estimulada por el Gobierno, surgiendo órdenes religiosas nuevas a este fin.
      Las luchas de los imperialismos. La rivalidad político-religiosa entre Inglaterra y Francia se vio agravada en la segunda mitad del s. XIX por las apetencias australianas, alemanas, holandesas y norteamericanas. Al mismo tiempo, el descubrimiento de la copra (1868) y la extensión del cultivo de las plantaciones produjo cambios profundos, pues los colonos, ávidos de dinero, buscaron mano de obra barata, surgiendo una esclavitud indígena más dura que la antillana, que produjo una violenta oposición indígena hacia todo lo europeo y hacia los progresos técnicos que éstos intentaban introducir.
      La I Guerra mundial tuvo un carácter episódico en O. El Japón ocupó los archipiélagos de Micronesia, tras su declaración de guerra a Alemania, lo que suscitó la desconfianza de Australia y la irritación norteamericana. Pero quizá el hecho más trascendente sea el éxodo de chinos, japoneses e hindúes a los archipiélagos en vías de despoblación, que modificó profundamente su estructura social. Durante la II Guerra mundial, O. fue escenario de luchas sangrientas tras la ofensiva japonesa contra las posesiones norteamericanas e inglesas. La batalla del mar del Coral señala la primera derrota japonesa en el Pacífico, y la de Guadalcanal, quizá la más cruenta, la aniquilación de su flota. Terminada la guerra, se abrió una nueva era de paz para O. Al mismo tiempo, allí donde las condiciones geográficas lo permiten, surgen movimientos nacionalistas y se perfilan los primeros elementos del Estado independiente. Uno tras otro, los archipiélagos van alcanzando la independencia o la autonomía.
M. J. ALVAREZ PANTOJA.
    BIBL.: D. OLIVER, Les ¡les du Pacifique. L'Océanie des temps prfmitifs á nos jours, París 1952; J. GUIART, Otéame, París 1963; H. MAUDE, Of islands and men. Studies in Pacific History, Melbourne, 1968; A. JULIEN, Histoire de 1'Océanie, París 1971.


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Claves históricas de los pueblos de Oceanía


El pasado indígena de los diversos territorios que componen el quinto continente se encuentra relacionado, pero de una forma heterogénea. Sus orígenes son dispares y, en la actualidad, se puede hablar de la práctica desaparición de las culturas tribales y de los propios representantes ancestrales.
En lugar de las poblaciones tribales se han erigido territorios fundados por los conquistadores ingleses, tales como Nueva Zelanda y Australia.
No obstante, y alrededor del milenio VI (a. C.), diversos grupos de emigrantes, cuyo origen aún no está muy claro y, por tanto, existen al respecto varias teorías que intentan explicarlo, se asentaron en Australia; eran los pueblos “australoides”, los cuales sufrieron la carencia del suelo, de la flora y de la fauna de esta zona del mundo, por lo que quedaron bastante diezmados.

Australia y Oceanía no constituyen una única masa continental, sino que se extienden de manera diversa por el inmenso océano; algunos geógrafos y etnólogos no consideran a Australia como parte integrante del conjunto denominado “Oceanía” y lo consideran al margen de los distintos grupos insulares, aunque en la actualidad la mayoría de los estudiosos la consideran parte integrante del conjunto. De este modo, Oceanía se define por su total pertenencia, y ubicación, al denominado hemisferio austral -el propio nombre de Australia se debe al hecho reseñado- y se halla constituida por un extenso mundo insular acotado entre las propias islas Hawai, que el trópico de Cáncer atraviesa, el extremo meridional de Nueva Zelanda, las islas Palau, en el extremo occidental, y la aislada y lejana isla de Pascua, en la parte este y a una distancia de aquéllas que supera los 115 de longitud.


Ese inmenso espacio se halla, por así decirlo, salpicado de numerosas islas que se parecen como granos de arena en el gran océano. Si exceptuamos Australia, Tasmania, Nueva Guinea y Nueva Zelanda, que tienen una superficie bien definida y se sitúan en la zona sudoriental de la gran masa oceánica, el resto de islotes esparcidos por el océano extenso apenas constituyen una superficie importante si se compara con la extensión de los territorios que hemos señalado con anterioridad.
Sin embargo, todas esas diminutas islas no aparecen en solitario, ni aisladas, sino que, casi siempre, emergen formando un propio grupo, un archipiélago; tres de éstos se destacan en el lado oriental de Australia, de los cuales citaremos los dos formados por las islas Salomón y Nuevas Hébridas y el archipiélago de Bismarck, que se extienden formando un arco; el otro se compone de las islas Carolinas, Ellice, Marshall, Tonga y Kermadec. El primero de ellos destaca sobre los demás porque está formado por islas de superficie apreciable, tales como Nueva Guinea, Nueva Caledonia y las dos que componen Nueva Zelanda.


Fosa de las Marianas
A todo lo anterior hay que añadir, para un conocimiento más intensivo del lugar ocupado por un continente como es el oceánico, una de las características propias de éste y, por mor de las cuales, se diferencia de todos los demás, al tiempo que sirven de pauta para su diferenciación. Ello no es más que la aseveración que de un examen geográfico se deriva, la cual consiste en comparar el asentamiento de los diversos archipiélagos e islas en un océano de profundidad irregular, con depresiones y relieves que forman bases alargadas que, en ocasiones, se disponen de forma ligeramente abisales del océano Pacífico. Muchas de estas fosas marinas tienen una especie de cresta que hacen más amplia la gran extensión vertical del asentamiento marino. Al parecer, aquí se encuentran las mayores profundidades de la tierra -las fosas de las islas Palau, de las Marianas y de las Filipinas, miden cerca de diez kilómetros de profundidad-, las más anchas y gigantescas pozas que imaginarse pueda.
Muchas de ellas son islas coralinas de origen madrepórico y volcánico. El nuevo continente se halla situado en la zona de incidencia del denominado “cinturón de fuego“, el cual rodea al océano Pacífico y puebla de numerosos volcanes -activos, apagados, insulares y con su epicentro en el propio océano- las diferentes tierras de Oceanía. Algunas de sus islas deben su origen a una erupción volcánica. En Nueva Zelanda, por ejemplo, existen seis volcanes, en el archipiélago de Bismarck más de veinte, ocho en las islas Tonga y seis en Nuevas Hébridas.
La importancia de los volcanes en estas latitudes es grande, pues determina, en gran parte, la propia idiosincrasia de sus primeros pobladores y explica, al propio tiempo, las dificultades que los aborígenes tuvieron que vencer a la hora de intentar la supervivencia. Muchas de las poblaciones asentadas en estos territorios fueron sometidas por la propia aridez del terreno y condenadas a pasar hambre y necesidades sin cuento, por lo que sufrieron grandes regresiones en su cultura y costumbres. Algunas de ellas constituyen, aún hoy, grupos diferenciados que los estudiosos de las distintas especialidades buscan para llevar a cabo sus investigaciones antropológicas y etnológicas. Sin embargo, hace ya más de cien años que desapareció el último representante de los aborígenes de Tasmania y, en Australia, han sido obligados a refugiarse en la zona Norte y en las reservas del Queensland.
Parece ser que los primeros pobladores de Oceanía pertenecían al tronco de los australoides, tenían la piel morena y el cráneo alargado, la boca y la nariz anchas. En la actualidad se encuentran todavía en la edad de piedra, a pesar del contacto con las inmigraciones europeas y, también, a su relativo acercamiento a los núcleos de población que, en el caso de Nueva Zelanda y Australia, resulta más patente que entre los restantes grupos insulares, en los cuales, los polinesios, melanesios y micronesios, siguen constituyendo el grueso de la población.

Aborígenes de Australia
El pueblo de los “maorí”, por ejemplo, polinesios instalados en Nueva Zelanda -en la Isla del Norte-, ha tenido que adaptarse a esas tierras en las que existen una gran variedad de aves, por lo que se han especializado en la caza. También practican la pesca, pero en los lagos y ríos, ya que el agua del mar que bordea la isla aparece siempre muy agitada. Se dedican, además, a la cría de perros, que es el único animal doméstico con que cuentan y, también, recogen raíces.
Ese tronco común de los australoides se diversifica para dar lugar a la rama de los austrálidos, los papuásidos y los védidas, que componen las diversas razas que se extendían por el continente oceánico. Sin embargo, el tronco de los polinésidos presenta ciertos caracteres, mezcla entre lo mongoloide y lo europeizante -con claro predominio de este último rasgo-, que los distinguen del resto de los habitantes de Oceanía. Su pigmentación en la piel es menos acusada que en el resto de los demás pobladores del continente y, además, su estatura es sensiblemente superior a la de aquéllos; todo cual ha dado lugar a numerosas lucubraciones, por parte de diversos antropólogos, acerca del origen de los pueblos polinesios. Se ha llegado a defender la tesis que relaciona a la raza polinesia con los primeros pobladores del continente americano. Sin embargo, parece ser que, según la hipótesis más aceptada entre los diversos estudiosos de prestigio, los polinesios serían originarios de Malasia e Insulindia, es decir, del lado oeste de Oceanía; sus tradiciones y costumbres son más acordes con las tribus de esta zona que con los grupos americanos.
Los aborígenes de los distintos territorios oceánicos se distribuían, antes de la llegada de los europeos, en grupos nómadas, por lo que practicaban las mismas costumbres radías que sus antepasados; su cobijo estaba constituido por una especie de refugio natural que, por lo demás, abandonaban con suma facilidad, merced a su rechazo del sedentarismo. Se alimentaban con frutos silvestres y eran hábiles cazadores, menester que practicaban con éxito por medio de un artilugio arrojadizo que tenía la particularidad de volver, una vez lanzado, al mismo lugar de origen: se trata del famoso boomerang. También empleaban lanzas, bastones y mazas y se alimentaban de las distintas piezas que cobraban, ya sean canguros, emús, serpientes, lagartos o peces.
Se dice que, incluso en la actualidad, los indígenas australianos y las diversas etnias del tronco de los austrálidos poseen un oído y una visión muy poderosos y agudos, y se caracterizan por una gran resistencia física ante el dolor y las penalidades materiales.
Sus vestidos son de una gran simpleza, pero llevan numerosos adornos, tales como colgantes, aros, brazaletes, collares, cintas…, y pintan su cuerpo, en determinadas ocasiones, con diversos colores: negro, amarillo, rojo y blanco.
Ya no practican la necrofagia ni la antropofagia, por lo cual ha declinado su ritual mágico y taumatúrgico.

Viven en chozas que pueden albergar a varias familias, pues se comunican por medio de corredores, están fabricadas con ramas clavadas en el suelo, y arqueadas, lo cual confiere una forma semiesférica a las cabañas, las cuales, al propio tiempo, se entrelazan para cubrirlas con tierra, hojas y arena; de este modo consiguen la consistencia suficiente para soportar las inclemencias y el rigor del tiempo y de los fenómenos naturales.
Según los estudios de antropólogos prestigiosos, algunas tribus del continente oceánico viven en un régimen matriarcal y se disponen en dos o más clanes diversificados, de tal manera que no podrá contraerse matrimonio, por ejemplo, entre los miembros del mismo clan aunque, si así lo desea, el hombre puede tener varias mujeres; por tanto, está permitida la poligamia y, ello, tanto en las tribus que se rigen por un sistema matriarcal (primacía de la madre y parentesco por línea materna) como en las de sistema patriarcal (ejerce la autoridad un varón, un jefe de familia, alcanzando hasta los parientes más lejanos del mismo linaje).
Temas: maori, pueblos de oceanía, simbolos maoris

Papúa Nueva Guinea

Cuyo nombre oficial es Estado Independiente de

Papúa Nueva Guinea, es un país de Oceanía que ocupa la mitad

oriental de la isla de Nueva Guinea y una numerosa cantidad de islas

situadas alrededor de esta. Está situado al norte de Australia, al

oeste de las Islas Salomón y al sudoeste del océano Pacífico, en una

región definida desde inicios del siglo XIX como Melanesia. Su

capital es Port Moresby. Se encuentra dentro de la lista de países

mega diversos.


Historia



Primeros habitantes

Los hallazgos arqueológicos indican que los humanos llegaron a Nueva

Guinea hace unos 45.000 a 50.000 años atrás, tal como lo demuestran

los restos arqueológicos más antiguos de todo Oceanía encontrados en

Bobongara, península de Huon,3 en una época en que Nueva Guinea

estaba unida a Australia formando el continente Sahul. Los primeros

pobladores proceden del Sureste de Asia durante el último período

glaciar pleistoceno, cuando el mar estaba más bajo y las distancias

entre las islas eran más cortas. Se piensa que viajaron siguiendo

puentes terrestres existentes en esa época, aunque se baraja la

posibilidad de fuesen capaces de cruzar cortos tramos marítimos

entre islas sin nunca perder la tierra de vista. Los primeros

habitantes eran cazadores y recolectores, y tenían habilidad

suficiente para fabricar utensilios.
Una segunda ola de migraciones tuvo lugar alrededor de 3.500 años a.

C., en el Neolítico. Esos pobladores eran navegadores austronesios

procedentes del sureste asiático y portadores de una cultura más

desarrollada, la cultura lapita. Se instalaron en zonas costeras y

cohabitaron en la isla con los descendientes de los primeros

habitantes papúes, sin que sus culturas llegasen a fundirse.

Dominaban la alfarería y practicaban la pesca y la horticultura al

mismo tiempo en que la agricultura se desarrollaba en Mesopotamia y

Egipto. Cultivos antiguos - muchos de los cuales eran indígenas -

incluían caña de azúcar, bananas del Pacífico, ñame y taro, mientras

que el sago y el pandano eran las dos especies de árboles más

explotadas por los nativos. Las batatas y los cerdos llegaron allí

en épocas más recientes, pero los moluscos y el pescado llevan mucho

tiempo en su dieta.
Partiendo de la costa norte de Papúa Nueva Guinea, los lapitas

alcanzaron las islas del archipiélago Bismack desde donde poblaron

la Oceanía Cercana y la franja oeste de la Oceanía Lejana.


Presencia europea


Cuando los primeros exploradores europeos llegaron a Nueva Guinea,

los habitantes de ésta y otras islas vecinas tenían un sistema de

agricultura productivo en el que aún se utilizaban herramientas de

hueso, de madera y de piedra. Comerciaron con los isleños a lo largo

de la costa principalmente con productos cerámicos, adornos de

conchas y productos alimentarios básicos. También se adentraron a

otras zonas, pues intercambiaron productos del bosque por bienes

marinos.
Probablemente fueron los navegantes portugueses y españoles los que

avistaron primero Nueva Guinea a principios del siglo XVI. Entre

1526 y 1527, don Jorge de Meneses llegó accidentalmente a la isla

principal y la llamó Papúa, una palabra malaya que designa el

carácter rizado del pelo de los melanesios. En 1545, el español

Yñigo Ortiz de Retez añadió el término Nueva Guinea al nombre de la

isla al observar un parecido entre los habitantes de la isla y los

de la costa de Guinea (África).
Aunque en los próximos 170 años numerosos navegantes europeos

visitaron las islas y exploraron sus costas, no se sabía gran cosa

de sus habitantes hasta que a finales del siglo XIX, el antropólogo

ruso Nicolai Miklukho-Maklai convivió varios años con las diferentes

tribus y describió su modo de vida en un extenso informe.

Posteriormente otro antropólogo polaco llamado Bronislaw Malinowski

se quedó aislado en la primera guerra mundial en las islas Trobriand

estudiando a sus habitantes.

Periodo colonial


Territorios coloniales de Nueva Guinea 1884-1919: En rojo Nueva

Guinea Británica, en plomo oscuro Nueva Guinea Alemana y en naranja

Nueva Guinea Holandesa
Estando la mitad occidental de la isla de Nueva Guinea bajo la

administración de los Países Bajos, la parte suroriental fue recién

colonizada en 1883 por la colonia británica de Queensland

(Australia) contraviniendo los deseos del gobierno británico.

Alemania colonizó el cuarto nororiental restante el 3 de noviembre

de 1884 llamándolo Kaiser-Wilhelmsland, izando la bandera de la

recién fundada Neuguinea-Kompagnie e incluyendo a Nueva Bretaña

(rebautizánda Archipiélago Bismarck) y a las Islas Salomón Alemanas.
El 6 de noviembre de 1884 se proclama formalmente el protectorado de

la Nueva Guinea Británica y el 1 de abril de 1899 el protectorado de

la Nueva Guinea Alemana.
La Nueva Guinea Británica fue transferida a la autoridad de la

Mancomunidad de Australia en 1902, en base al Acta de Papúa de 1905

y pasa a llamarse Territorio de Papúa y una administración formal

australiana comenzó en 1906.
Iniciada la I Guerra Mundial, Australia se posesiona del

Kaiser-Wilhelmsland y las islas vecinas en 1914, después del Tratado

de Versalles de 1919, Alemania pierde todas sus colonias

convirtiéndose en el Territorio de Nueva Guinea dependiente de la

Sociedad de Naciones bajo administración australiana hasta 1949.
Papúa fue administrada bajo el Acta de Papúa hasta que fue invadida

por los japoneses en 1941, y la administración civil fue suspendida.

Durante la guerra, Papúa fue gobernada por una administración

militar desde Port Moresby, donde el general Douglas MacArthur

ocasionalmente tenía sus cuarteles.


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domingo, 14 de noviembre de 2010

Historia

Oceanía está dividida, desde el punto de vista geográfico, y también en consideración a los grupos humanos que la pueblan, en cuatro áreas bien definidas: Australia y Tasmania, Melanesia, Micronesia y Polinesia.
Con excepción de Australia-Tasmania, cuya población aborigen (la de Tasmania totalmente extinguida) no tiene relación alguna, ni racial ni cultural, con las poblaciones del resto de Oceanía, los nativos que habitan en Melanesia, Micronesia y Polinesia son descendientes de sucesivas oleadas de migraciones que procedían de Asia o Indonesia, que pertenecían a diferentes grupos raciales y se hallaban en distintas fases de progreso cultural.
Segíín la naturaleza del hábitat en el que se establecieron, estos pueblos modificaron sus culturas nativas para adaptarse a las circunstancias ambientales. Cuando cesaron las migraciones procedentes del continente asiático, esas culturas se desarrollaron a lo largo de varias centurias sin recibir influencia alguna ajena a la propia Oceanía; no obstante, siempre existió un intenso intercambio cultural entre los distintos archipiélagos, dentro de zonas próximas, lo cual, de alguna manera, produjo una cierta homogeneidad en rasgos culturales determinados y en especial en el arte, de modo que no resulta abusivo hablar de un arte melanesio o de un arte polinesio, aunque es bastante discutible establecer los rasgos que pudieron caracterizar al arte de Micronesia, prácticamente inexistente en la actualidad.

Melanesia
Nueva Guinea
El arte en la cuenca del Sepik
Massim, islas Trobriand, Nueva Irlanda y Micronesia
Polinesia
Nueva Zelanda
Islas Hawai
Isla de Pascua
El arte de los aborígenes australianos


Choza melanesia (Islas Fidji). Las tradicionales chozas que los pobladores de las Fidji construyen en mitad de la jungla precisan de una laboriosa selección de hierbas, pajas y hebras de esparto, descartando las bastas para conseguir una mayor fijación en el tupido techo que las recubre y que se sostiene a su vez por un enrejado de cañas de bambú y un mástil central que sirve de eje para toda la estructura interna. El conjunto de las Fidji lo componen más de trescientas islas, pero sólo una tercera parte está habitada.



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viernes, 12 de noviembre de 2010

La conquista española de la Isla de Pascua (I)

Abril 26, 2009 por Alberto Gamarra

Moai Rano raraku
A 3.700 Km de las costas deChile, e integradas en su jurisdición, se encuentra la Isla de Pascua, cuya población no sobrepasa los 3800 habitantes y concentrada principalmente en Hanga Roa, única ciudad y capital de la isla. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, quedo finalista en el concurso internacional para la elección de las 7 Nuevas maravillas del mundo.
volcánico, destacando un coloso inacabado de 21 metros. Los moais son grandes estatuas de piedra monolítica realizadas por la enigmática cultura de los Rapa nui, etnia de origen polinesiollegada en torno al siglo IV de nuestra era. Hasta unas décadas la única relación de la isla con el exterior era un barco de la marina de guerra chilena, que acudía anualmente para avituallarla. Hoy en día una línea regular de aviación la une con su metrópoli. Esto ha supuesto que junto a la pesca, el turismo se halla convertido en la actividad económica principal.
Un domingo 6 de Abril de 1722, el día de Pascua, de ahí su nombre; la flota del marino neerlandés Jacobo Roggeveen las avistó, descubriendolas de forma oficial. Más tarde, la isla recibiría otros nombres como Tierra de Davis o Vahiu, señalado este último en 1774 por el navegante y descubridor inglés James Cook como su nombre indígena. Pero la historia parece olvidado la llegada de dos navíos de la corona española (San Lorenzo y Santa Rosalía), dirigidos por Felipe Gonzalez Haedo (o Ahedo), un navegante y cartógrafo oriundo deCantabria en 1770, quien en honor al monarca reinante en el trono de España, el ilustrado borbónico Carlos III, se la bautizó como isla de San Carlos.

El mapa de la Isla de Pascua
Esta expedición encuentra su origen en la preocupación de Julian de Arriaga, a la sazón ministro de Marina e Indias entre 1754 – 1766, por el interés mostrado por potencias extranjeras, como en el caso del Reino Unido y Holanda, en el Pacífico; el cual todavía en el siglo XVIII era un territorio apenas explorado con multitud de islas virgenes. El ministro envió intrucciones al virrey de Perú, el barcelonés Manuel de Amat y Junyent, para que tomara medidas; entre las cuales se cuentan la que dispuso que en 1770 los capitanes de fragata Felipe Gonzalez de Ahedo y Antonio Domonte Ortiz exploraran la isla de Pascua y elarchipielago de Chiloé. La expedición a la isla de Pascua estaba compuesta por dos navíos españoles: una fragata, la Santa Rosalía, de 26 cañones, y un navío de línea de 70 cañones, el San Lorenzo. En total, 700 hombres y dos sacerdotes, al mando de Félipe Gonzalez Haedo.

Panorámica de la playa de Anakema
La flotilla expedicionaria partió del puerto peruano de El Callao el 10 de octubre de 1770, avistando la isla de Pascua el 15 de noviembre del mismo año. La llamada Enseñada de González en honor a su capitán y bautizada posteriormente por los franceses como Bahía de los Españoles se convirtió en su puesto de mando. Se ordenó que dos lanchas circunnavegaran la isla con objeto de obtener un levantamiento cartográfico, quedando sus tripulantes impactados por las descomunales estatuas, a las que un primer momento confundieron con robustos árboles. En esta jornada de exploración se produjo el primer contacto entre los indígenas y los europeos. Los nativos, en un gesto de buena voluntad, regalaron a los marineros algunos plátanos y gallinas a cambio de unas chucherías que éstos llevaban en las lanchas. Sorprendió a los españoles en posteriores excursiones por la isla la desigual proporción entre hombres y mujeres ( más numerosos los primeros), y la elevada altura de algunos indígenas, dos de los cuales medían alrededor del 2, 17 y 2,13 metros. De tez muy clara, la gran mayoría de los naturales llevaban barba y su cuerpo aparecía cubierto de tatujes. Según quedo recogido en el informe, los pascuenses <<unos vivían en cuevas naturales y otros en cuevas artificiales>> y <<sólo los que tenían alguna autoridad vivían en chozas>>. También causó estupor entre los españoles el rígido control que los habitantes de la isla de Pascua realizaban sobre la demografía, de tal manera que nunca sobrepasara los 90o miembros debido a que <<la tierra no puede mantener más que aquel número de habitantes>>, y <<Quanto este número está completo, si nace alguno, matan al que pasa de 60 años, y no habiéndolo, matan al recién nacido>>.

Habitantes de la isla de Pascua. Grabado realizado por el pintor germano Louis Choris en 1815.
Según las ordenes firmadas por el virrey (referidas también al otro objetivo de la expedición: la isla de Tahití) la expedición debía realizar el levantamiento cartgráfico de la isla, situarla con la mayor precisión, conocer sus ventajas a la hora de una futura colonización y averiguar cualquier presencia extranjera. Además se debía procurar evangelizar a los indígenas o por lo menos enseñarles los rudimentos de la religión católica, convencerlos para que aceptaran la ventajosa soberanía española sobre sus tierras y hacer un estudio pormenorizado sobre su vida y costumbres, cuyo principal testimonio fue la recopilación del primer diccionario rapanui-español compuesto por 88 palabras. Se requirió igualmente que se ofreciese a algunos jóvenes del lugar la oportunidad de poder ir a Lima a aprender el castellano y las costumbres cristianas, para luego devolverles a las islas.
Fuentes:
● Historia de Iberia la Vieja Nº 40
● Wikipedia


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Historia de Oceanía

La Historia de Oceanía es la historia de Australia, Nueva Zelandia, Papua Nueva Guinea, Fiji y otras naciones insulares del Pacífico, así cuandoAustralia fue colonizada por los aborígenes aproximadamente entre 40.000 y 125.000 años atrás, el resto de Oceanía fue colonizada por los polinesios hace 2.000.

El Imperio de Tonga Tu’i fue fundado en el año 900 d.C y ampliado entre 1200 y el 1500, George Tupou II se convirtió en el primer rey de Tonga en 1893 y desde 1850 Seru Cakobau Epenisa trató de unir las Islas de Fiji y se convirtió en su primer rey, un título que pasó a la Corona británica después de 1874.
Fue James Cook exploró Oceanía en el siglo XVIII, pero su exploración ya había comenzado anteriormente con los viajes de Abel Tasman en el norte, por el 1640 visitando Australia Occidental, Tasmania, Nueva Zelanda, Tonga y las islas Fiji.
James Cook fue quien exploró las islas del Pacífico y la costa este de Australia en el siglo XVIII.
Los británicos siguieron con las colonias en 1788 en Australia, Nueva Zelanda en 1840 y Fiji en 1872, así gran parte de Oceanía paso a ser parte del Imperio Británico y otras potencias europeas que también la controlaron como, Nueva Caledonia por los franceses en 1853 y la Polinesia Francesadesde 1889, mientras que los alemanes establecieron colonias en Nueva Guinea en 1884 y Samoa en 1900.
Los Estados Unidos también se expandieron en el Pacífico con Hawai al convertirse en un territorio de los EE.UU. de 1898 y los desacuerdos entre los EE.UU., Alemania y Reino Unido sobre Samoa, llevaron a la Convención tripartita de 1899.


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